Las víctimas. Ida Dalser, amante de Benito Mussolini, con el hijo de ambos, Benito Albino, en la década de los años 20 |
El hijo bastardo al que ocultó en un manicomio
En 1915, el entonces soldado y periodista Benito Mussolini tuvo un hijo secreto con una joven llamada Ida Dalser. Pero el futuro dictador, mujeriego incorregible, dejó de inmediato a la mujer y al niño para casarse con su amante Rachele Guidi. Ante la amenaza de arruinar su carrera política con un escándalo, el “Duce” recluyó a Ida y a su hijo en manicomios hasta que ambos murieron. Ahora la historia ve la luz.
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Esposo devoto, abnegado padre de familia, hombre íntegro y moral… Esa es la bucólica imagen de Benito Mussolini que, durante 20 años, el régimen fascista se esforzó a toda costa por transmitir a la población italiana. Sin embargo, la realidad era otra muy distinta. El Duce fue un mujeriego empedernido que tuvo innumerables amantes y que probablemente dejó varios hijos ilegítimos desperdigados por el mundo. Pero lo verdaderamente terrible es que, a fin de mantener su leyenda de marido virtuoso y de honrado cabeza de familia, el dictador italiano no tuvo el más mínimo reparo a la hora de recurrir a los métodos más expeditivos y crueles que se puedan imaginar. Incluida la reclusión de por vida en un manicomio de su primogénito varón y de la mujer que lo llevó en su vientre.
Es sólo ahora, 60 años después de la ejecución del líder fascista, cuando la pavorosa realidad se ha abierto paso y ha salido finalmente a la luz. Y lo ha hecho a través de la minuciosa investigación que durante tres años han llevado a cabo Gianfranco Norelli y Fabrizio Laurenti, dos periodistas de origen italiano afincados en Nueva York, que no han dudado en plasmar sus averiguaciones en un sobrecogedor documental titulado El secreto de Mussolini, que recientemente se emitía con gran éxito de audiencia en la RAI, la radiotelevisión pública italiana.
Apuntalada en numerosas pruebas escritas y en diversos testimonios y entrevistas hasta ahora desconocidos, la indagación conducida por estos dos sabuesos del periodismo reconstruye la historia de Ida Dalser y del hijo que ésta tuvo con el Duce. Un episodio que el dictador fascista se esforzó por enterrar pero que ha acabado emergiendo a la superficie. Gracias a ello, la desventurada Ida Dalser ha podido finalmente vengarse del hombre que durante 11 años, y hasta su muerte, la mantuvo encerrada en un centro psiquiátrico a pesar de estar cuerda. El mismo tipo que permitió que el hijo que tuvo con ella falleciera con sólo 27 años en la soledad de otro manicomio en el que llevaba siete años recluido.
En un intento final por hacer justicia, esta pretende ser más la historia de Ida Dalser que del desalmado que convirtió su vida en un infierno. La historia de una mujer, hermosa y apasionada, que nació allá por 1880 en el seno de una familia bien de Sopramonte, localidad situada a pocos kilómetros de Trieste y que, por aquel entonces, como todo el resto de la región del Trentino, formaba parte del Imperio austro-húngaro.
Moderna y avanzada, la Dalser estudió estética en París y, a su regreso a Italia, abrió en Milán el exótico Salón Oriental de Higiene y Belleza Mademoiselle Ida. La vida le sonreía cuando, en 1913, se lió con un periodista de éxito y aspiraciones políticas. Engreído y ambicioso, el sujeto en cuestión era el flamante nuevo director del rotativo socialista Avanti (Adelante). Se llamaba Benito Mussolini y con él inició Ida Dalser un apasionado romance.
Eran años tumultuosos para Italia que, ante el estallido en 1914 de la I Guerra Mundial, quedó fuertemente dividida entre los que defendían la necesidad de que el país entrara en la contienda y los que apoyaban que permaneciera neutral. En un principio, Mussolini se apuntó al bando de los que se oponían a la guerra, pero no tardó mucho en pasarse a las filas de los intervencionistas. Su apoyo a favor de la participación de Italia en la intervención armada le valió la expulsión del Partido Socialista y le obligó a dejar la dirección del diario Avanti. Pero se consoló fundando un nuevo periódico: El Pueblo de Italia.
Pasión. En aquel momento, el romance entre la Dalser y Mussolini pasaba por su momento más tórrido. Hasta el punto de que ella no sólo defendía con uñas y dientes a su amado de las numerosas críticas de sus cada vez más numerosos enemigos sino que, para ayudarle económicamente a poner en marcha el nuevo rotativo, vendió su negocio de belleza y puso a su disposición todos sus ahorros. La relación entre ambos iba en aquel entonces tan viento en popa que la pareja llegó incluso a iniciar los preparativos de su boda. Una boda que pronto adquirió carácter urgente, dado que Ida quedó embarazada.
Pero los días de vino y rosas duraron poco. El Duce, concentrado en recaudar fondos con los que financiar su nuevo periódico, repartía el poco tiempo libre que le quedaba entre sus varias amantes. Y, sobre todo, retoma la relación con su viejo amor, Rachele Guidi, con quien ya tenía una hija. En medio de todo aquello, Italia le declara la guerra a Austria y Mussolini parte a luchar al frente. Ida Dalser permanece en Milán: sola, encinta y sin medios económicos con los que mantenerse. El 11 de noviembre de 1915 nace el hijo de Dalser y Mussolini. El pequeño recibe el nombre de Benito Albino. Pero, al enterarse de la llegada del niño al mundo, Rachele Guidi se hunde en una depresión e intenta suicidarse. Empujado por los acontecimientos, Mussolini decide casarse civilmente con ella. Pero dado que está en el frente, el matrimonio se celebra por poderes.
La Dalser, por su parte, no termina de creerse que su amado la haya dejado plantada para contraer nupcias con Rachele Guidi. Así que va proclamando a los cuatro vientos que es ella la única y legítima esposa de Mussolini. Con tal furia y apasionamiento que llega incluso a convencer de ello al Ayuntamiento de Milán, que emite un documento reconociéndole el derecho a un subsidio de guerra como esposa del soldado Benito Mussolini.
Y aún hay más. El 11 de enero de 1916, sólo dos meses después del nacimiento de su hijo, la Dalser consigue que su marido reconozca la paternidad del pequeño ante un notario. El Duce, cuya posición económica ha mejorado notablemente, se compromete incluso a hacerse cargo del sustento económico del niño. Ida inscribe al crío en el registro de Milán con el apellido del padre.
Sin embargo, tras haber reconocido al niño, Mussolini trata de quitárselo a la madre. El caso termina en los tribunales, donde los jueces acaban concediendo la guardia y custodia del pequeño a la madre y condenando al padre a pagar 12.000 liras mensuales a la Dalser para colaborar en la manutención del crío. A partir de ese momento, los dos ex amantes están en guerra abierta.
Ida va por ahí criticando abiertamente a Mussolini y lanzando graves acusaciones contra él. La aún incipiente carrera del Duce se ve amenazada por las imputaciones de la Dalser, que asegura que Francia ha ayudado económicamente a Mussolini a poner en marcha su nuevo periódico, a cambio de que éste presionara desde las páginas del diario para que Italia entrara en la guerra apoyando a Francia. El Ministerio del Interior italiano llega a abrir una investigación sobre el asunto, al que, sin embargo, termina dando carpetazo. El tiempo acabaría demostrando que las acusaciones de Ida Dalser eran ciertas.
Nada ni nadie fue capaz de detener el ascenso al poder de Mussolini, que se convierte en jefe de un movimiento político que muy pronto asume las características de una organización paramilitar en toda regla: los Camisas Negras. En octubre de 1922, y en un momento de gran desestabilización política en Italia, nada menos que 25.000 Camisas Negras marchan sobre Roma sin resistencia a su paso. Mussolini recibe el encargo de formar un nuevo Gobierno y se convierte en el primer ministro más joven de la historia de Italia. Mientras tanto, Benito Albino crece junto a su madre en Sopramonte, bajo la atenta mirada de la policía que les sigue allí donde van.
Convertido en jefe del Gobierno, el Duce deja la dirección de El Pueblo de Italia a la única persona en la que confía ciegamente: su hermano Arnaldo. Y a él también le encarga la delicada y siniestra tarea de gestionar los fondos secretos del recién nacido Partido Fascista, destinados a asuntos de naturaleza privada entre los que se encuentra el hijo que ha tenido con Ida Dalser. A partir de ese momento, Arnaldo será quien tome todas las decisiones importantes concernientes a la ex amante de su hermano y al hijo de ambos.
Sin apellido paterno. Una de las primeras disposiciones de Arnaldo consiste en prohibir a Benito Albino utilizar el apellido de su padre. Pero, ignorando esa orden, la Dalser sigue pregonando a los cuatro vientos que el chaval es hijo del Duce. Su rebeldía llega a un punto tal que, en una carta a sus superiores, el jefe de la Policía de Sopramonte se atreve a mencionar por primera vez el manicomio como la solución al “problema Dalser”.
Pero ella, erre que erre, continuó desafiando a su ex amante. De hecho, y con motivo de la visita a Trento del Ministro de Educación, el 19 de junio de 1926, la Dalser trata de burlar la vigilancia policial para acercarse al político (al que conocía de sus tiempos de Milán) y pedirle que la ayude a poner remedio a las injusticias de las que es objeto. Pero no lo consigue: antes de poder aproximarse al ministro, es arrestada y recluida en el Psiquiátrico de Trento. Allí permanecerá hasta su fuga, el 15 de julio de 1935, sin dejar ni un solo día de proclamar su lucidez, alegando que su ingreso en aquel tenebroso lugar respondía a una represalia del Duce en su contra para que no volviera a ver nunca a su hijo.
Tras su encierro, el régimen fascista pasa a ocuparse del vástago. Benito Albino es enviado a un colegio no muy lejos de Trento. Pero el crío se escapa, así que Arnaldo decide trasladarlo a una escuela más lejana y con una disciplina más dura: el internado Carlo Alberto de Moncalieri, donde educan a los pupilos de la aristocracia italiana.
El chaval pronto da signos de haber heredado el carácter rebelde de su madre. En el colegio, y a pesar de las órdenes explícitas que ha recibido de no revelar a nadie que su padre es el jefe del Ejecutivo, Benito Albino aprovecha cualquier ocasión que se le presenta para contarlo a sus compañeros. El problema es que a ese colegio acuden los hijos de las más ricas e influyentes familias italianas, con lo que el régimen fascista comienza a considerar la conducta de Benito Albino como un peligro para la imagen del Duce. Así que el niño es enviado a casa del hombre que ha sido nombrado su tutor: Guilio Bernardi, comisario de Sopramonte y fascista hasta la médula.
La muerte prematura de Arnaldo Mussolini en 1931 de un infarto en su despacho del diario El Pueblo de Italia deja el destino de Benito Albino en manos de Guilio Bernardi. Y más a partir del momento en que éste termina el procedimiento legal para que el joven lleve su apellido y no el de Mussolini. Pero, a pesar de ello, el chico continúa declarándose públicamente hijo del Duce.
Además el joven, que ya tiene 17 años, muestra una sorprendente semejanza física con su padre. Tanto que Bernardi da órdenes a la Policía de Trento de que se destruyan todas las fotografías del chico que circulan por la ciudad. Y, como golpe final, lo enrola en la Marina, enviándolo a la Escuela Naval de La Spezia, donde también estudia un sobrino suyo al que encarga vigilar de cerca al muchacho.
En agosto de 1934, terminada su instrucción en la Escuela Naval, el hijo del Duce es enviado a extremo Oriente, embarcando en el buque Quarto, atracado en el puerto de Shanghai. Allí también sigue proclamando a todo aquel que desea escucharle que es hijo del líder fascista. Y allí recibe en la primavera de 1935 un telegrama de Bernardi comunicándole la muerte de su madre en el manicomio. Benito Albano, que está muy unido a ella a pesar de que no le han permitido verla desde su ingreso en el psiquiátrico, cae en una profunda depresión. Tan profunda que el comandante de la nave decide reenviarlo a Italia con el argumento de que “resulta peligroso para sí mismo y para los otros”.
Encerrados. A su llegada a Italia, es recluido en una celda de aislamiento de la Marina Militar de Brindisi por tres semanas. Durante la serie de interrogatorios y visitas psiquiátricas a las que es sometido, le dicen que su madre no ha muerto, que está viva, que es una prostituta y que sufre un fuerte desequilibrio mental. Efectivamente, Ida Dalser no ha fallecido. Continúa en el manicomio de Pergine, donde lleva ya encerrada nueve años. En ese tiempo ha escrito miles de cartas a parientes, amigos y autoridades políticas (la inmensa mayoría de las cuales jamás llegaría a sus destinatarios), en las que asegura estar perfectamente cuerda y en las que acusa al régimen fascista de haberle quitado a su hijo. Durante siete años, no se le ha permitido recibir ninguna visita, y sus contactos con otros pacientes permanecen limitados al máximo.
Pese a las férreas medidas de seguridad, la noche del 15 de julio de 1935, Ida Dalser consigue fugarse del manicomio. Acude a casa de su familia en Sopramonte, con la esperanza de ver a su hijo. Pero tres días después de su huida es arrestada por la Policía e internada en el frenopático de San Clemente, en una isla de la laguna de Venecia.
Honda depresión. A pesar de haber sido informado de que su madre está viva, Benito Albino no logra levantar cabeza y continúa sumido en una honda depresión. Su ya padre adoptivo, Guilio Bernardi, ordena el 5 de agosto de 1935 su internamiento en el hospital psiquiátrico de Milán, aunque en la ficha clínica se hace constar que su ingreso en el centro es “voluntario”. Los médicos diagnostican que padece síndrome paranoide (justo la misma enfermedad que en su día le fue atribuida a su madre) y decretan que su internamiento sea definitivo.
Ida Dalser muere en el manicomio de Venecia el 3 de diciembre de 1937 de una hemorragia cerebral. Es enterrada en una fosa común. Benito Albino, por su parte, fallece el 26 de agosto de 1942 en el Psiquiátrico de Milán, con tan sólo 27 años y con la mitad de peso del que tenía cuando ingresó “voluntariamente” en el centro. Como en el caso de la madre, el régimen fascista trata por todos los medios de ocultar la realidad sobre su muerte. Así, según la versión oficial, el hijo de la pareja falleció en 1941 en acción de guerra.
Han sido dos periodistas los que, finalmente, han desbaratado el cuidadoso mecanismo orquestado por el régimen fascista para ocultar la existencia de un hijo secreto del dictador. “El descubrimiento de la verdad ha comenzado a través de un amigo, que estuvo de vacaciones en Trento y que a su regreso nos contó que allí se hablaba de un hijo de Mussolini que había estado ingresado en un manicomio. Al principio, pensamos que se trataba de una invención”, admite Fabrizio Laurenti, autor junto con Gianfranco Norelli del documental que ha probado que Benito Albino era hijo de Mussolini.
Laurenti reconoce que ya antes que ellos otros reporteros habían hablado de la existencia de un hijo secreto del Duce que fue internado en un manicomio por orden del líder fascista. “Pero ninguno había conseguido confirmar este hecho de manera oficial”, añade. Sin embargo ahora, y a la vista de las numerosas pruebas documentales que por primera vez han logrado reunir los dos periodistas, no hay duda que valga: Benito Albino era hijo de Mussolini y, a fin de ocultárselo al mundo, él y su madre lo pagaron con su vida.
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