Un dia con prisas
Por qué tanto sanguinario empecinamiento en matar a un hombre? ¿Por qué ese casi frenético apuro en lograr su ejecución? ¿Por qué esa machacona insistencia en que fuesen los romanos los ejecutores? ¿Por qué Pilato no pudo negarse a hacerle el juego al Sanhedrín? ¿Por qué no pudo simplemente decir: “No. Este hombre es inocente. no lo crucifico, si les gusta bien, y si no, váyanse a a gritar a otro lado” Si se analiza desde un punto de vista estrictamente jurídico todo el procedimiento del cual Jesús fue objeto desde su arresto hasta su crucifixión, uno no puede menos que llegar a conclusiones pasmosas, efectivamente, en su aspecto legal, si se mira el juicio y la condena de Jesús con los ojos de un abogado, aún con los de un abogado romano o judío de aquella época todo el procedimiento es una verdadera farsa procesal, por de pronto, no hubo un proceso, ni dos, en realidad, a los efectos prácticos hubo seis, la pura verdad es que a Jesús no lo ejecutaron, lo lincharon.
Síntesis de lo ocurrido
Es bien entrada la noche y Jesús está en Getsemaní. Llega Judas, que había recibido dinero por entregarlo, acompañado por la guardia del templo. Le da un beso al Maestro, luego de lo cual los guardias y los alguaciles del Sanhedrín lo prenden y lo atan. Jesús no ofrece resistencia alguna y hasta impide que Pedro lo defienda.
De allí lo arrastran hasta Anás que lo interroga acerca de sus discípulos y su doctrina. Cuando Jesús le contesta señalándole que todo lo hecho lo hizo en público, por lo que esa pregunta debería hacérsela a quienes lo escucharon y no a él, uno de los alguaciles lo abofetea. Vayan tomando nota: primer interpelación.
Jesus ante Anás
Esa misma noche Anás lo envía a su yerno Caifás dónde ya estaban reunidos al menos los principales miembros del Sanhedrín. Allí lo acusan varios testigos, tan falsos que ni siquiera consiguen hacer coincidir sus testimonios. Por último, viendo que por ese camino no se conseguía avanzar, Caifás le pregunta a Jesús directamente si es el Hijo de Dios. Ante la respuesta afirmativa, los presentes dan por probado el delito de blasfemia. Se pronuncia la condena a muerte y Jesús es escupido, golpeado a puñetazos y abofeteado. Otra interpelación y van dos.
Al otro día por la mañana se vuelve a reunir el Sanhedrín, se confirma el fallo de la noche anterior y se decide enviar a Jesús ante Pilato para que éste ejecute la sentencia. Tercer proceso.
Pilato lo interroga preguntándole si es el rey de los judíos. Notemos, de paso, que aquí se cambia la acusación. Ya no es blasfemia sino sedición o insurrección. La acusación por un delito religioso pasa ahora a ser otra por un delito político. Jesús permanece en silencio y no responde. Pilato queda desconcertado. Encuentra inocente a Jesús pero, como no halla la manera de soltarlo sin provocar la ira de sus acusadores, se le ocurre enviárselo a Herodes. Otro proceso más y van cuatro.
Herodes, por una parte teme encontrarse ante una reencarnación de Juan el Bautista a quién mandó decapitar en su momento. Por otra parte, siente curiosidad por ese misterioso personaje de quien se dice que ha hecho muchos milagros. Lo interroga y espera que Jesús haga ante él algo extraordinario. Pero el acusado permanece en silencio. No queriendo inmiscuirse en un asunto por demás complicado y probablemente no queriendo tampoco sumar la responsabilidad por la muerte de Jesús a su ya asumida responsabilidad por la de Juan el Bautista, Herodes se limita a menospreciarlo y escarnecerlo para enviarlo de regreso a Pilato. Quinto proceso.
Finalmente, Pilato, interroga nuevamente a Jesús y vuelve a encontrarlo inocente pero, ante el chantaje político del cual lo hacen objeto acusándolo de no ser “amigo de César” si suelta al acusado, se lava las manos ante todos ellos y ordena la ejecución [ . Sexto y último proceso.
La nulidad de los juicios
Lo admito: en la síntesis que acabo de hacer faltan unos cuantos hechos. Pero, si nos concentramos en el aspecto legal, creo que está lo más relevante de lo que ocurrió.
Y el análisis de lo ocurrido arroja un resultado poco menos que desastroso.
El juicio ante las autoridades del Sanhedrín, teniendo en cuenta las disposiciones de la propia legislación hebrea, está completamente viciado por más de una docena de razones. Veamos:
1. El arresto de Jesús se produjo de noche.
2. Es consecuencia de la traición de Judas, una persona que fue sobornada por los propios miembros del tribunal – o como mínimo por los acusadores – con la expresa misión de traicionar al acusado.
3. Aún suponiendo una culpabilidad positiva por parte de Jesús, su entregador sería, de hecho, un cómplice ya que Judas era uno de los discípulos y había participado de las acciones del acusado.
4. Las audiencias ante Anás y Caifás también se efectuaron de noche.
5. Al menos ante Anás la causa fue examinada por un solo juez. En el segundo procedimiento ante Caifás no tenemos ninguna garantía de que la totalidad del Sanhedrín haya estado efectivamente reunida.
6. El procedimiento no fue público y la defensa no tuvo libertad para ejercer sus descargos en forma apropiada, tal como lo marcaba la Ley.
7. Los testigos eran falsos y se contradijeron, por lo que no hubo ninguna certeza en lo referente a la acusación.
8. No hubo una discusión pública, ni un resumen del caso, después de presentados los testimonios.
9. El acusado estaba no sólo maniatado sino que fue golpeado, escupido e insultado. No tuvo, en absoluto, posibilidad alguna de ejercer su defensa en condiciones dignas y equitativas.
10. No se tomó medida alguna para prever y eventualmente corregir errores de testimonio.
11. Los procesos tuvieron lugar el día anterior a una festividad.
12. Las actuaciones tuvieron lugar todas en un mismo día. Recordemos que el día judío empezaba y terminaba con la puesta del sol y no a medianoche como lo calculamos nosotros. No se respetó el día intermedio de reflexión ni mucho menos el plazo de tres días que marcaba la Ley.
13. La condena se basó exclusivamente en la confesión del propio acusado. No existieron los testigos en el número legalmente exigido que corroboraran positivamente esa autoacusación. Se procedió con el criterio del “a confesión de parte, relevo de pruebas”, algo no admitido por la legislación hebrea.
14. La condena del Sanhedrín fue simultánea y unánime. De acuerdo con la ley hebrea, lo primero fue una violación del procedimiento y lo segundo tendría que haber equivalido a una absolución.
15. No hay ninguna indicación en cuanto a que el procedimiento de votación seguido por los jueces haya sido el que establecía la ley. Tampoco hay indicación alguna de que se haya procedido a un recuento reglamentario de los votos.
16. Varios de los jueces, comenzando por el mismísimo presidente del tribunal, dieron pruebas de una manifiesta enemistad, o al menos animosidad, para con el acusado. Esto ya de por sí hubiera tenido que descalificarlos para dictar sentencia. De hecho, la acusación principal – la de blasfemia – provino del propio presidente del tribunal.
En cuanto a los procedimientos ante la autoridad romana, la evaluación jurídica es también cualquier cosa menos satisfactoria. Puedo citar por lo menos ocho razones para afirmar que el procedimiento seguido por Pilato fue absolutamente ilegal y nulo:
1. El juicio según la ley de Roma tendría que haber sido un proceso completamente nuevo y no basado en otro con sentencia preexistente, entre muchos otros motivos también porque los delitos por los cuales Jesús fue acusado eran completamente diferentes. La sentencia previa ante el Sanhedrín se basaba sobre la acusación de blasfemia. El caso presentado ante Pilato era el de sedición, insurrección o, en todo caso, de lesa majestad.
2. La acusación debió haber sido presentada por testigos claramente identificados y no por un cuerpo colegiado en forma genérica y menos todavía por una masa vociferante que simplemente gritaba “¡Crucifícale!”.
3. Puesto que había más de un acusador, debió haber tenido lugar una audiencia preliminar para determinar cual de ellos actuaría de fiscal representando a la acusación.
4. Esta audiencia preliminar tendría que haber sido privada, a puertas cerradas, estando presentes solamente el magistrado interviniente, el acusado y los testigos. Sólo después de esta audiencia se hubiera podido establecer una acusación concreta y en firme para presentarla ante el juez de la causa.
5. Hecha esta presentación se tendría que haber fijado una fecha para el juicio.
6. El día fijado, se tendría que haber convocado a las personas en condición de actuar como jurados y se tendría que haber seleccionado entre ellas, mediante un procedimiento determinado por el azar, a quienes formarían efectivamente el jurado.
7. El juicio tendría que haber tenido lugar en un sitio apropiado, en una corte reglamentariamente constituida, con asientos para los jueces y un entorno adecuado para la legítima defensa del acusado.
8. La sentencia tendría que haber sido pronunciada mediante el voto anónimo de los jueces, utilizando las piedras blancas y negras dispuestas a tal efecto.
¿Se dan cuenta de lo que quiero decir cuando afirmo que los juicios a Jesús, jurídicamente hablando, fueron un completo mamarracho?
En realidad, seamos honestos: a los efectos prácticos no hubo ningún juicio. Solamente se trató de darle un viso de legalidad a una sentencia de muerte decidida de antemano y pronunciada por fuera de toda norma jurídica.Piensen ustedes tan sólo en esto: Jesús fue arrestado un día por la noche. Antes de las 6 de la tarde del día siguiente moría en la cruz. En menos de veinticuatro horas su caso había sido juzgado, la sentencia dictada y la ejecución cumplida. Uno no puede menos que preguntarse: ¿Por qué tanto apuro?
Síntesis de lo ocurrido
Es bien entrada la noche y Jesús está en Getsemaní. Llega Judas, que había recibido dinero por entregarlo, acompañado por la guardia del templo. Le da un beso al Maestro, luego de lo cual los guardias y los alguaciles del Sanhedrín lo prenden y lo atan. Jesús no ofrece resistencia alguna y hasta impide que Pedro lo defienda.
De allí lo arrastran hasta Anás que lo interroga acerca de sus discípulos y su doctrina. Cuando Jesús le contesta señalándole que todo lo hecho lo hizo en público, por lo que esa pregunta debería hacérsela a quienes lo escucharon y no a él, uno de los alguaciles lo abofetea. Vayan tomando nota: primer interpelación.
Jesus ante Anás
Esa misma noche Anás lo envía a su yerno Caifás dónde ya estaban reunidos al menos los principales miembros del Sanhedrín. Allí lo acusan varios testigos, tan falsos que ni siquiera consiguen hacer coincidir sus testimonios. Por último, viendo que por ese camino no se conseguía avanzar, Caifás le pregunta a Jesús directamente si es el Hijo de Dios. Ante la respuesta afirmativa, los presentes dan por probado el delito de blasfemia. Se pronuncia la condena a muerte y Jesús es escupido, golpeado a puñetazos y abofeteado. Otra interpelación y van dos.
Al otro día por la mañana se vuelve a reunir el Sanhedrín, se confirma el fallo de la noche anterior y se decide enviar a Jesús ante Pilato para que éste ejecute la sentencia. Tercer proceso.
Pilato lo interroga preguntándole si es el rey de los judíos. Notemos, de paso, que aquí se cambia la acusación. Ya no es blasfemia sino sedición o insurrección. La acusación por un delito religioso pasa ahora a ser otra por un delito político. Jesús permanece en silencio y no responde. Pilato queda desconcertado. Encuentra inocente a Jesús pero, como no halla la manera de soltarlo sin provocar la ira de sus acusadores, se le ocurre enviárselo a Herodes. Otro proceso más y van cuatro.
Herodes, por una parte teme encontrarse ante una reencarnación de Juan el Bautista a quién mandó decapitar en su momento. Por otra parte, siente curiosidad por ese misterioso personaje de quien se dice que ha hecho muchos milagros. Lo interroga y espera que Jesús haga ante él algo extraordinario. Pero el acusado permanece en silencio. No queriendo inmiscuirse en un asunto por demás complicado y probablemente no queriendo tampoco sumar la responsabilidad por la muerte de Jesús a su ya asumida responsabilidad por la de Juan el Bautista, Herodes se limita a menospreciarlo y escarnecerlo para enviarlo de regreso a Pilato. Quinto proceso.
Finalmente, Pilato, interroga nuevamente a Jesús y vuelve a encontrarlo inocente pero, ante el chantaje político del cual lo hacen objeto acusándolo de no ser “amigo de César” si suelta al acusado, se lava las manos ante todos ellos y ordena la ejecución [ . Sexto y último proceso.
La nulidad de los juicios
Lo admito: en la síntesis que acabo de hacer faltan unos cuantos hechos. Pero, si nos concentramos en el aspecto legal, creo que está lo más relevante de lo que ocurrió.
Y el análisis de lo ocurrido arroja un resultado poco menos que desastroso.
El juicio ante las autoridades del Sanhedrín, teniendo en cuenta las disposiciones de la propia legislación hebrea, está completamente viciado por más de una docena de razones. Veamos:
1. El arresto de Jesús se produjo de noche.
2. Es consecuencia de la traición de Judas, una persona que fue sobornada por los propios miembros del tribunal – o como mínimo por los acusadores – con la expresa misión de traicionar al acusado.
3. Aún suponiendo una culpabilidad positiva por parte de Jesús, su entregador sería, de hecho, un cómplice ya que Judas era uno de los discípulos y había participado de las acciones del acusado.
4. Las audiencias ante Anás y Caifás también se efectuaron de noche.
5. Al menos ante Anás la causa fue examinada por un solo juez. En el segundo procedimiento ante Caifás no tenemos ninguna garantía de que la totalidad del Sanhedrín haya estado efectivamente reunida.
6. El procedimiento no fue público y la defensa no tuvo libertad para ejercer sus descargos en forma apropiada, tal como lo marcaba la Ley.
7. Los testigos eran falsos y se contradijeron, por lo que no hubo ninguna certeza en lo referente a la acusación.
8. No hubo una discusión pública, ni un resumen del caso, después de presentados los testimonios.
9. El acusado estaba no sólo maniatado sino que fue golpeado, escupido e insultado. No tuvo, en absoluto, posibilidad alguna de ejercer su defensa en condiciones dignas y equitativas.
10. No se tomó medida alguna para prever y eventualmente corregir errores de testimonio.
11. Los procesos tuvieron lugar el día anterior a una festividad.
12. Las actuaciones tuvieron lugar todas en un mismo día. Recordemos que el día judío empezaba y terminaba con la puesta del sol y no a medianoche como lo calculamos nosotros. No se respetó el día intermedio de reflexión ni mucho menos el plazo de tres días que marcaba la Ley.
13. La condena se basó exclusivamente en la confesión del propio acusado. No existieron los testigos en el número legalmente exigido que corroboraran positivamente esa autoacusación. Se procedió con el criterio del “a confesión de parte, relevo de pruebas”, algo no admitido por la legislación hebrea.
14. La condena del Sanhedrín fue simultánea y unánime. De acuerdo con la ley hebrea, lo primero fue una violación del procedimiento y lo segundo tendría que haber equivalido a una absolución.
15. No hay ninguna indicación en cuanto a que el procedimiento de votación seguido por los jueces haya sido el que establecía la ley. Tampoco hay indicación alguna de que se haya procedido a un recuento reglamentario de los votos.
16. Varios de los jueces, comenzando por el mismísimo presidente del tribunal, dieron pruebas de una manifiesta enemistad, o al menos animosidad, para con el acusado. Esto ya de por sí hubiera tenido que descalificarlos para dictar sentencia. De hecho, la acusación principal – la de blasfemia – provino del propio presidente del tribunal.
En cuanto a los procedimientos ante la autoridad romana, la evaluación jurídica es también cualquier cosa menos satisfactoria. Puedo citar por lo menos ocho razones para afirmar que el procedimiento seguido por Pilato fue absolutamente ilegal y nulo:
1. El juicio según la ley de Roma tendría que haber sido un proceso completamente nuevo y no basado en otro con sentencia preexistente, entre muchos otros motivos también porque los delitos por los cuales Jesús fue acusado eran completamente diferentes. La sentencia previa ante el Sanhedrín se basaba sobre la acusación de blasfemia. El caso presentado ante Pilato era el de sedición, insurrección o, en todo caso, de lesa majestad.
2. La acusación debió haber sido presentada por testigos claramente identificados y no por un cuerpo colegiado en forma genérica y menos todavía por una masa vociferante que simplemente gritaba “¡Crucifícale!”.
3. Puesto que había más de un acusador, debió haber tenido lugar una audiencia preliminar para determinar cual de ellos actuaría de fiscal representando a la acusación.
4. Esta audiencia preliminar tendría que haber sido privada, a puertas cerradas, estando presentes solamente el magistrado interviniente, el acusado y los testigos. Sólo después de esta audiencia se hubiera podido establecer una acusación concreta y en firme para presentarla ante el juez de la causa.
5. Hecha esta presentación se tendría que haber fijado una fecha para el juicio.
6. El día fijado, se tendría que haber convocado a las personas en condición de actuar como jurados y se tendría que haber seleccionado entre ellas, mediante un procedimiento determinado por el azar, a quienes formarían efectivamente el jurado.
7. El juicio tendría que haber tenido lugar en un sitio apropiado, en una corte reglamentariamente constituida, con asientos para los jueces y un entorno adecuado para la legítima defensa del acusado.
8. La sentencia tendría que haber sido pronunciada mediante el voto anónimo de los jueces, utilizando las piedras blancas y negras dispuestas a tal efecto.
¿Se dan cuenta de lo que quiero decir cuando afirmo que los juicios a Jesús, jurídicamente hablando, fueron un completo mamarracho?
En realidad, seamos honestos: a los efectos prácticos no hubo ningún juicio. Solamente se trató de darle un viso de legalidad a una sentencia de muerte decidida de antemano y pronunciada por fuera de toda norma jurídica.Piensen ustedes tan sólo en esto: Jesús fue arrestado un día por la noche. Antes de las 6 de la tarde del día siguiente moría en la cruz. En menos de veinticuatro horas su caso había sido juzgado, la sentencia dictada y la ejecución cumplida. Uno no puede menos que preguntarse: ¿Por qué tanto apuro?
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