miércoles, 5 de diciembre de 2012

Historia de un sacerdote de la Guerra Civil Española. Alejandro Martínez.


ALEJANDRO MARTÍNEZ Sacerdote


En el seminario de Madrid, donde daba clases desde su ordenación en 1923, sus alumnos le preguntaban:
<Padre, por qué la iglesia siempre ha estado al lado de la derecha?> Y él les contestaba: <Porque a la fuerza de golpes y patadas la izquierda siempre ha empujado a la iglesia hacia la derecha>. El odio popular databa de mediados del siglo pasado,cuando la iglesia, privada de su riqueza en tierras, tuvo que buscar el apoyo de los ricos para poder proseguir su labor, <para fundar los numerosos colegios, sanatorios, hospitales y otras instituciones que había creado>.El socialismo había alentado deliberadamente los sentimientos antirreligiosos en la clase obrera y intelectualidad. La ignorancia y pasión de las masas había resultado un terreno fértil para ello. (Si cabía, las mujeres eran las más extremistas. Eran más religiosas que los hombres,pero también más apasionadas cuando perdían el control de sí mismas. Schopenhauer tenía razón: cuanto mas largo era el cabello, más corta la inteligencia...)

Cien años antes, durante la matanza de sacerdotes, el alcalde de una población aragonesa había mandado un cable al gobierno:
<La matanza de sacerdotes prosigue aquí en medio del mayor orden> La matanza había comenzado al dar crédito la gente a un rumor en el sentido de que los sacerdotes habían envenenado los pozos. Si eran capaces de creer eso, se creerían cualquier cosa entre ellas que a la iglesia no le importaban los pobres. Al matar sacerdotes creían estar realizando una tarea muy importante, incluso ordenada por Dios: exterminar los parásitos. Se habían olvidado de las palabras de Napoleón: < El que come curas muere a causa del comer>

El día antes del levantamiento había cogido el último tren que salió de Madrid. Pensaba pasar las vacaciones de verano con unos amigos en la población costera de Luanco, no muy lejos de Gijón. Sus amigos habían sido arrestados y encarcelados y él había pasado siete meses bajo arresto domiciliario. Luego lo habían detenido y encerrado con otros presos en la iglesia local. Allí vivió un momento de gran peligro. De Gijón llegaron milicianos con una lista de gente para llevársela. Uno de los hombres era primo de un miembro del comité local.Este protestó diciendo que a su primo no podían llevárselo.<Entonces danos otro. Ami me da igual. Tengo orden de llevarme 14> dijo el miliciano que llevaba la voz cantante.
< Así que despertaron al primer hombre que encontraron, un practicante que no había hecho absolutamente nada, y aquella noche lo fusilaron junto con los otros 13...>

Sin noticias de Madrid, ignoraba que en agosto habían asesinado a su hermano, que era sacerdote en el Pardo, en las afueras de la capital. Sólo más tarde se enteró por el sepulturero local de la suerte corrida por su hermano.
< Era un místico, un hombre completamente apartado del mundo.Los rojos(utilizando la terminología de la época) le llamaban enemigo del pueblo.Tenía muchos penitentes ricos y aristocráticos que le mandaba yo, que era rector en una pequeña iglesia del paseo de Rocoletos,un barrio aristocrático de Madrid. Ésa fue su sentencia de muerte.Se presentaron en su busca una noche y se lo llevaron al cementerio situado en la cumbre de la colina donde, de cara a la sierra del Guadarrama, tan a menudo había leído a san Juan de la Cruz." ¿Me daréis cinco minutos para encomendarme a Dios? " Accedieron. Entonces se volvió hacia ellos. "En la oscuridad no podéis apuntar bien ¿verdad? Pero si me coloco contra la pared enjalbegada del convento, podéis verme." Los primeros disparos no acabaron con él, aunque le derribaron. Desde el suelo les dijo: "Chicos, tendréis que darme el tiro de gracia, porque no me habéis matado"...>

En junio de 1937, el Consejo de Asturias decidió cerrar las cárceles improvisadas, por lo que el padre Martínez fue trasladado a la cárcel gijonesa de El Coto. Ni él ni los demás sacerdotes encarcelados con él fueron maltratados físicamente; tampoco ejecutaron a ninguno. Después de la caída de Santander, él y unos 200 presos más fueron trasladados al buque prisión surto en el puerto de El Musel. El traslado coincidió con el principio de la ofensiva nacionalista en Asturias: los presos que estaban a bordo del buque carbonero se vieron expuestos como rehenes a los bombarderos aéreos que sufría el importante puerto.(Conforme la ofensiva fue desarrollándose, el Consejo de Asturias protestó de los bombardeos ante la Sociedad de Naciones y amenazó con matar a los presos como represalia.)

< Cada vez que sufrían un revés, éramos nosotros los que lo pagábamos.Una noche nos hicieron subir a cubierta, iluminada con una lámpara de acetileno. Inmediatamente me di cuenta de qué se trataba: una saca. Estaba seguro de que había llegado mi última hora. Sabían de sobras que yo era sacerdote. Escogieron 30 prisioneros, muchos de ellos buenos amigos míos, y los fusilaron. Todavía no comprendo por qué no fui uno de ellos...>

Un compañero de encierro ya le había denunciado por escuchar las confesiones que las prisioneras le susurraban a través de un agujero de remache que había en el mamparo que separaba las dos bodegas.(< Por dicho agujero también pasaron una o dos cartas de amor,pero yo cuidé de que no llegasen a su destino.Los carceleros hicieron bien en no encerrar hombres y mujeres juntos. Eso tengo que reconocérselo. La guerra acaba con la moralidad de la gente, y en la guerra civil aún más>)

Pero si los sacerdotes no estaban destinados a morir, sí lo estaban a ser humillados. La primera vez que se dio cuenta que estaba lleno de pulgas creyó que el mundo se acababa. Pero esto no era nada comparado con el evidente placer que a los carceleros les producía atormentar a los sacerdotes.Una vez que se estropearon las bombas de achique le obligaron a limpiar las sentinas con las manos desnudas. Aún peor fue tratado el venerable párroco de Luanco, que había sido presidente de las hermandades de pescadores de toda la costa cantábrica.

< Me acusan de ser el perseguidor de la clase obrera...> me dijo. "eso es normal" le repliqué yo "de eso me acusan amí también"
"Pero en estos periódicos", dijo, señalando un grueso paquete, "hay artículos que he escrito durante los últimos veinticinco años defendiendo los intereses de los pescadores. Estoy seguro de que servirán como pruebas a mi favor ante un tribunal popular"...>

En uno de los registros, un guardián le preguntó a don Faustino qué eran aquellos periodicos. Se lo explicó detalladamente. El guardián dijo que era muy interesante. Se sentó en un rollo de cuerda y con unas tijeras fue recortando cuidadosamente todos los artículos.Una vez hubo terminado, hizo una bola con ellos y los arrojó por la borda.< Y con lo que queda se puede limpiar el culo...>

Al igual que don Faustino,el sacerdote, todos los presos que iban llegando afirmaban su inocencia al subir a bordo.< No he hecho nada >, era el comentario que se oía incesantemente.El padre Martínez tenía una respuesta preparada. < Pregunte a los demás que hay aquí qué han hecho ellos>
< Y luego agregaba: "Haga un examen de conciencia y pregúntese si no será por eso por lo que estamos todos aquí: por no haber hecho nada. Si hubiéramos hecho lo que debíamos hacer hace muchos años, quizá no estaríamos donde estamos ahora...>

Pensó en que, por sorprendiente que pareciese, la república había advenido con apoyo eclesiástico, particularmente en el País Vasco y Cataluña. Al mes escaso de su proclamación, incendiaron los conventos.


Sacado de el libro " Recuérdalo tú y recuérdalo a otros" Historia oral de la Guerra Civil Española autor Ronald Fraser.




ALEJANDRO MARTÍNEZ SOMOLINOS





Ayudante en la parroquia de San Nicolás de Guadalajara
Era natural de Guadalajara y nació el día 26 de Noviembre de 1911. Era hijo de Hermenegildo Martínez y Jorja Somolinos, una familia trabajadora, poseedora de su propio negocio familiar, consistente en una fabrica de jabón, y de profundas raíces religiosas. Era el tercer hijo del matrimonio, aunque desde el momento de nacer se convirtió en el hijo mayor, ya que los que le precedieron murieron a los pocos años de vida.
Después de Alejandro, el matrimonio tuvo siete hijos más: Florentino, Ángel, Narciso, Tomás, Gregorio, Felicidad y Matilde. Actualmente viven tres hermanos: Tomás, Felicidad y Matilde. De siempre tuvo inclinación al estudio y a la lectura, y destacó por su buen comportamiento y aprovechamiento en los centros donde estudió, participando activamente en asociaciones de carácter religioso. Cursó estudios de bachillerato en el Instituto General y Técnico de Guadalajara, obteniendo el título el Junio de 1927; posteriormente hizo estudios de Magisterio. En 1930 acudió con su hermano Tomás a Toledo para que éste realizara una prueba con el fin de ser admitido como cantor en la Catedral. Esta visita a Toledo hizo recapacitar a Alejandro sobre su aspiración de ser sacerdote, decisión en la que influyeron los hermanos Cascajero, D. Eulogio y D. Julio María, y tras plantear a sus padres su intención, a la cual accedieron con inmenso gozo, ingresó en el Seminario de Toledo en el curso 1930-31.
Recibió la ordenación sacerdotal, en Madrid el 5 de Junio de 1936, por el Obispo de Madrid, con dimisorias concedidas por el Arzobispo de Toledo, y cantó su primera Misa Solemne el 14 de Junio. Mientras esperaba su destino pastoral, ayuda en la parroquia de San Nicolás de Guadalajara. Vivía en Guadalajara con su madre, viuda desde el 20 de Enero de 1936, y sus siete hermanos. Para ayudar a la economía familiar, echaba una mano en el negocio familiar.
El día 14 de Agosto de 1936, mientras que Alejandro y Ángel estaban trabajando en la fabricación de jabón, llegaron los milicianos allí y los apresaron, siendo llevados, posteriormente, al centro de la C.N.T., donde los juzgaron. De nada sirvió acudir al socorro de Marcelino Martín, amigo de la familia y dirigente marxista. Aquella misma tarde, los milicianos salieron de la C.N.T. de Guadalajara a las inmediaciones de la carretera de Cabanillas del Campo, y tras el paso a nivel, los dos hermanos fueron fusilados por confesar su fe.
Sus cuerpos fueron recogidos e inhumados, el día 15, en el Cementerio Municipal de Guadalajara, pues D. Claudio Laria, que trabajaba en la Funeraria La Fe, reconoció los cadáveres y se lo comunicó a D. José Pajares, dueño de la droguería donde Ángel trabajaba, quien ordenó recoger los cuerpos en ataúdes para su enterramiento, corriendo él mismo con los gastos. La muerte de Alejandro está inscrita en el Registro Civil de Guadalajara, el 18 de Agosto de 1936, donde consta que fue asesinado por las milicias rojas y falleció a consecuencia de herida por arma de fuego. Una vez acabada la Guerra Civil, en agosto del 1939, fueron exhumados sus restos y enterrados, junto con su padre, en una sepultura familiar en dicho cementerio, donde se hallan actualmente.
En esta ciudad, entre familiares, amigos y vecinos, sigue muy vivo su recuerdo y su fama de mártir de Cristo, por lo que piden su canonización

Fuente:www.persecucionreligiosa.es/466/siguenza/siguenza_sacerdotes/siguenza_sacerdotes.html#alejandro_martinez

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